Soy Electra, la hija del rey Agamenón de Micenas, el mejor de todos los tiempos. Mi padre fue un hombre admirable. Siempre buscaba el bien del pueblo sin anteponer sus intereses, era un gran hombre, lo quería y lo admiraba mucho. Lo sigo haciendo. Deseé haberme casado con un hombre así de decidido y buena persona como él.
Pero no fue así. Mi matrimonio fue planeado. Ese campesino inmundo que nunca pudo darme lo que una princesa de mi altura merecía. Jamás le di mi cuerpo ni mi alma, me causaba repulsión su presencia y soporté muchos años. Desgraciado él y todos los que me hicieron este daño. Mi madre me casó con ese campesino para que mi linaje no vengara la muerte de mi padre, pero a pesar de esto, las cosas no se quedarían así.
Hubiese deseado matar por mis propias manos a Clitemnestra. Nada me hubiera causado más placer que escucharla implorar perdón. Y Luego la degollaría. El olor a sangre sería el anuncio de mi victoria y su cabeza mi trofeo.
Demoré mucho en convencer a mi hermano Orestes para que la matara. Es que era lo justo. Ella había matado a mi padre cuando regresaba victorioso de Troya. Pues su viaje demoró diez años para recuperar a la estúpida de Helena, ¿qué se creía?. Tampoco era para tanto, estos hombres, Dios, ¿quién los entiende?

Con la sangre de mi padre, el Rey de Micenas en sus manos, salieron a informarles a todos que habían tomado el trono. Los guardias de mi padre peleaban con los de Egisto, pero fue en vano, ellos habían tomado el poder. Dios demora pero no olvida. Pasaron seis años para poder cumplir con mi venganza. Y aquí estoy yo, enjuiciada junto a mi hermano por un crimen del que no nos arrepentimos.
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