sábado, 11 de abril de 2015

Relatos de un robo anunciado

Basada en una historia de la vida real y cotidiana.

Casilda estaba terminando su jornada laboral, había organizado unos papeles y archivado otros cuantos para darle continuidad al día siguiente a su trabajo. Un viernes resultaba prometedor para quien buscaba salir de la rutina diaria. Horas antes se había comunicado con su madre, quien con mucha preocupación le recomendó salir inmediatamente a su hogar, pues ella se encontraba a unas cuantas horas fuera de la ciudad.

Con algo de astucia y aprovechando que su familia se encontraba alejada de casa, Casilda concretó salir con un buen amigo, tomar un par de copas, quizá darse un par de besos y si lo ameritaba la ocasión, algo de acción, pero todo dependería de cómo evolucionaba la noche que parecía prometer.
Lucía una chaqueta rosada que combinaba con unos adorables zapatos del mismo color, su cabello bien cepillado, largo y pelirrojo la hacía lucir sobria y elegante, además de la forma en que resaltaba su color de piel blanco leche en medio de estos contrastes. La luna reflejaba ilusión y entusiasmo en sus ojos marrones que combinaban con las pecas que le hacían gracia.



Era la última que salía de su trabajo, pues siempre estaba comprometida en cumplir cada meta diaria que se planteaba. Sentía que no había cumplido su propósito diario si no lo hacía y la noche se le hacía frustrante, pero no esta vez; se dispuso a caminar para esperar ubicar a su amigo que estaba en la esquina esperando.

Sus largas piernas que por este día se veían ajustadas a un jean y su cuerpo que se contoneaba lado a lado conforme iba caminando le daban la seguridad de una ejecutiva, que con un cuello largo y un rostro perfilado de una dama clásica le daban aires de princesa, era una guerrera en los negocios y una diosa a la hora de proponer ideas frescas.

Una vez cruzó la esquina que la sumergió a una sórdida penumbra y la alejaron de la vista del vigilante, oyó un sonido de dos motos, pero hundida en sus pensamientos no cayó en cuenta de lo inseguro que a esa hora estaba la zona. Volvió a la realidad y se aferró a sus creencias religiosas y aceleró el paso, pero era demasiado tarde…

El ensordecedor sonido de dos motos frenando al mismo tiempo la paralizó y la dejó en un profundo shock que Casilda desahogó con un grito salido de sus entrañas, sentía que un gran reflector iluminaba la escena naranja en la que se encontraba y se vio a sí misma rodeada de cuatro sujetos, dos en cada moto. Dos de ellos vestían pantaloneta y franelas largas y anchas, con gorra, los otros, los “parrilleros” que no pasaban de 17 años de edad, vestían las típicas camisas de rayas con la trillada marca “Lacoste” y mientras le profesaban groserías, se negó a entregarles su bolso.

De repente uno de los sujetos metió su mano dentro de la franela ancha y simulando tener una pistola apuntó a Casilda, que engañada por este ardid, recordó que la primera incidencia de muerte en su país es a manos de la inseguridad, así que reflexionó que lo más importante era su vida y no se arriesgó, entregó sus pertenencias.

Ella continuaba desentendida del asunto, acorralada y buscando un por qué en las caras de los sujetos logró escuchar que le gritaban “no me mires” se puso las manos en la cara y se decía a sí misma: “no, no, no,” y recordó que debió haber hecho caso a su madre. Entre los ladrones y la pared, no tenía mayor escapatoria, esta era el pan de cada día, al que cada individuo se enfrentaba y nadie podía evitarlo.

Con la presión de la sangre que bombardeaba su corazón se sentía más viva que nunca y a la vez muerta por la vulnerabilidad del momento que la hacía verse en un escenario donde un líquido espeso y rojo la estaría rodeando y sus cabellos alborotados estarían manchados y opacos producto del impacto de bala, dejando un rostro sorprendido; sería una escena del crimen más que vería otro grupo de investigadores, sería otro crimen más, sin resolver…

Los sujetos la empezaron a manosear, pero ellos a la vez sentían el miedo y la adrenalina del momento, Casilda sintió un respeto aterrador cuando solo revisaron sus bolsillos, tomaron el celular que estaba en la chaqueta y huyeron… Ella no tuvo opción, la luna había desaparecido ese foco de luz naranja se había dispersado y ella estaba sola en la penumbra que la acompañaba con amargura.
Indignada e impactada por el show del que había sido protagonista, se quito las manos de la cara y examinó con mirada compasiva si esto había sido presenciado por algún observador, al verse sola y asimilando que había vivido para contarlo, volvió a pasar las manos por su cara y se soltó en llanto, que fue interrumpido por una voz a lo alto de una vivienda que le decía que se acercara y se alejara de allí.

Indignada por lo ocurrido y con desconfianza se acercó, ¿qué era lo peor que podría suceder? luego de hablar con su familia por teléfono y escuchar los regaños de su padre que no podía acudir al rescate, recordó que quizá su amigo también había pasado por la misma escena, el mismo sentimiento aterrador del susto provocado por estos antisociales.

Casilda se arriesgó y se armó de valor para salir de esa casa donde le había prestado ayuda una buena mujer, que había visto en primera fila toda la escena, y que le recomendó irse en taxi hasta su hogar. Necia y terca como solo podría ser, se dirigió a la esquina, donde luego de ver dos sombras que se acentuaban cada que se acercaba, la hicieron razonar que había tomado la decisión errada, se afligió y se dijo a sí misma, “este es mi fin” allí estaban los sujetos que la habían atracado…

No había vuelta atrás, ella estaba en la boca del lobo, uno de los sujetos se encontraba junto a un poste de luz y tenía la moto al lado el otro aún más cerca de ella estaba escudándose frente a un teléfono tarjetero de la zona y simulando orinar sacaba algo metálico de sus pantalones, se estaba preparando para ponerle fin a la impertinente Casilda; la tierra debió abrirse en ese momento para protegerla…

Retrocedió a la espera de que la persiguieran y la mataran, pero milagrosamente no hicieron nada. En esa esquina ya no estaba su amigo esperando por ella, quizá se había salvado de vivir esa mala experiencia. De pronto, estaba caminando a su oficina para que el vigilante llamase a un taxi y observó a dos sujetos que se dirigían hacia ella, recordó que solo dos de los sujetos que la habían robado estaban en la esquina de la que ella se estaba devolviendo y relacionó que estos dos eran los restantes de sus acompañantes, así que corrió por la otra calle esquivándolos, pero ellos corrieron hacia ella y al atraparla ella se desmayó.


Luego de despertar, pensó que todo había sido un sueño, estaba en brazos de su amigo que la estaba ayudando a despertar acercándole algo de alcohol para oler, pero no lo era, había sido una vivencia tan real como la noche que aún los cubría, estaba en su oficina, los dos sujetos que la había perseguido hasta alcanzarla eran el vigilante y su amigo a quien también habían robado y le dejaron la marca de la pistola en el pecho.

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