Observar detenidamente el arte flamenco no es una cosa que resulte fácil, ni siquiera se le pudiese llamar “cosa” sería un término despectivo para llamar algo con lo que se puede amar, flamenco es más que un baile, más que una cultura, más que un sentimiento, el flamenco es alegría, es llanto, es dolor, es ira, es pureza, es lo que tú quieras que sea cuando lo estés sintiendo.
Los pocos que llegan a sentir el flamenco desde lo más profundo de su alma, desde lo más profundo de su ser, como gritos desgarradores del alma, donde sin darte cuenta te identificas con esas vivencias, su propia historia, a pesar de no haberla vivido, son los que logran entender la trascendía y lo que significa para el pueblo gitano este arte que se acentúa en la historia no sólo de los españoles sino de los latinos en su totalidad.
El flamenco se puede interpretar o expresar de tres formas, que son bastante visibles, por medio del baile, por medio del cante o bien por medio de la música (también a través de la literatura o poesía, pero en este caso tomaremos las formas que se mencionaron).
En un principio esta forma de interpretar los sentires fue a través del cante, que se fue acentuando como “cante jondo”, donde los gitanos expresaban sus vivencias más intensas, su historia de dolor, de alegría, de éxtasis, de pasión, a esa fuerza de voz que brota del interior del ser humano, “como flechas que atraviesan el corazón” y a lo que provoca escucharlo y verlo, Federico García Lorca lo llamó “duende”. Porque es un misterio que todos conocen, pero que nadie puede explicar.
El flamenco tiene estas variantes para ser expresado, algunos pocos saben la intensidad con la que se realiza o se ejecutan estas tipos de cante y baile que sirven para exteriorizar el sentir y contar la historia más dramática de las vivencias gitanas.
Esa intensidad se siente al escuchar el cante, donde en el cante jondo (hondo), la voz se quebranta por el sentimiento que viene aflorando o marchitando, donde las palabras no están huérfanas de significado, de simbolismo. Y donde se llora al mismo tiempo en que se canta las penas de un grupo marginado por la sociedad.
Luego de ese cante surgió la música, donde se fueron adaptando diversos instrumentos que sirvieron para expresar la música de un pueblo que guardaba celosa y herméticamente una cultura, pues era el único tesoro que nadie les podía arrebatar. Las palmas fueron el primer instrumento que se usó para dar ritmo a lo que se cantaba, luego se adicionaron otros instrumentos conforme pasó el tiempo. Estos a su vez sirvieron para dar una distinción del tipo de cante y baile que se fueron creando.
En cuanto a la danza, al ojo ordinario el flamenco es sólo un baile donde se “matan cucarachas” por el zapateo continuo y el sonido que este provoca, pasando inadvertido para esos observadores puede que hasta se sientan fastidiadas por los gritos que brotan del cante jondo.
Pero no se puede dejar pasar por alto ese zapateo que se acentúa en los hombres y los caracteriza como fuertes y destacan su virilidad, mientras que en las mujeres es la sensualidad del muñequeo y del juego del cuerpo con la falda, el zapateo demuestra la intensidad, el odio, la ira que se puede sentir y es por ello que se observa en los palos flamencos más intensos.

El galanteo que se puede hacer sin necesidad de hacer una escobilla extensa se puede hacer con tan sólo la presencia, las miradas, las expresiones faciales, los braceos, los muñequeos, la misma habilidad de ejecutar pasos veloces sirven para complementar el vacío entre las letras.
La comodidad la va tomando al bailaor conforme se va desenvolviendo con su público, es allí donde se logra la conexión anhelada y se llega a pensar que el artista se va desgastando al expresar toda esa energía, toda esa pasión, esa intensidad, ese no sé qué, o “duende” que expresa Lorca, pero también se debe comprender que el artista no sólo despierta en sí mismo la chispa de su esencia, sino que capta y se apodera de la de su público y cuando es finalizada su interpretación, es inevitable romper en aplausos.
Todo tiene su por qué, su razón de ser así pasa en la historia de este arte que guarda una relación mitológica explicable que no debe ser pasada por alto, la fiesta brava y el flamenco jamás pueden ser separados, a ambos los une el misterio del "duende".